martes, 1 de diciembre de 2009

Zeus en Hesiodo


Zeus es descrito por Hesiodo en los mythoi prometeicos como aphthita mêdea eidôs. Peca de ser un experto en designios indestructibles. La descripción que el participio eidôs hace de Zeus es clave para revelar su multiplicidad. Deja en evidencia otro aspecto, siempre ambiguo, sobre el dios en el mythos. El vocablo eidôs proviene del verbo oida, la forma perfecta del verbo eidô, una expresión que a pesar de su conjugación en pasado, tiene significado de presente. Lo interesante del vocablo es que el verbo eideiv muestra una relación cercana con el verbo horaein, ya que su forma del presente es inusual y más bien se utiliza el horaô para el presente activo. De tal manera, pueden substituirse sus usos a manera de sinónimos. Éste se traduce sencillamente por mirar, ver, observar; aquel por saber, comprender, entender. Su intercambiabilidad denota cómo ambos conceptos se hallan íntimamente ligados en la lengua griega, y así en la concepción que se tenía de ellos. Se da una identidad a partir de la relación saber - ver. Incluso es válido señalar que el tema del verbo oida posteriormente se concibió como el verbo video en latín, significando éste ver, discernir, percibir, observar, notar, adoptando y fusionando los significados de ambos verbos. ¿Cuál es entonces la relación entre ambas expresiones? Curiosamente, la lengua griega demuestra cómo la sabiduría se da en tanto el poder percibir a través de la mirada. El poder ver se identifica con el comprender y saber. El ciego es justamente la metáfora del que no conoce, a saber, del ignorante. De tal manera, el poder de la vista está indisociablemente ligado y compenetrada con la noción del conocer y entender. La mirada experta de Zeus, pues, es aquella que puede dirigir la mirada hacia el objetivo o finalidad de las intenciones, divinas o humanas. Por tanto, es sabedor experto, eidôs.

No obstante, Prometeo simbolizará la piedra que intentará reestructurar el cauce del río en potestad. Éste se enfrenta al experto en los designios indestructibles y provoca su sabiduría oracular al ofrecerle los blancos huesos cubiertos de grasa. Prometeo desea engañar a Zeus con un gran ofrecimiento vacío y embaucador, apelando al orgullo y vanagloria del dios de los dioses, padre de dioses y mortales. Su intención es, supremamente, dejar al descubierto la soberanía ciega y finita del dios paterno.

El relato en sí es ambiguo y Hesiodo nos ha puesto en una coyuntura. Zeus no es inmune a la ignorancia, pero su sabiduría sigue siendo máxime en autoridad y logra reprimir el cumplimiento de la artimaña en totalidad. Por una parte, narra cómo Zeus cae en cuenta de la astucia prometeica antes de escoger el regalo tramposo que le han ofrecido. Este evento rescata la omnipotencia de Zeus, pues no se cumplió a cabalidad ni torpemente el objetivo de Prometeo. No obstante, el poeta también asevera que lo burló totalmente (exapatêsen) el valeroso hijo de Jápeto[1] y será aquí, en este verbo, donde se diluye de manera muy sutil la naturaleza ambigua de la sapiencia de Zeus, tanto que puede pasar desapercibida.

El verbo exapatêsen se halla conjugado en aoristo, tema del pasado, y además se encuentra en el modo indicativo. A diferencia del modo subjuntivo, actitud utilizada para presentar eventos irreales, ficticios y no ocurridos, donde se ignora la realidad del asunto, el indicativo indica y señala una acción real; enuncia un evento cierto y verdadero en su transcurrir. Es decir, no se duda sobre su autenticidad y corresponde más bien al ámbito de la no-ficción, asegurando su comprobabilidad. No existe mayor grado de incertidumbre, a como si fuese dicho en modo subjuntivo. De tal manera, el verbo en modo indicativo nos refleja un hecho verificable. Además, como ya se mencionó, está conjugado en la forma de aoristo. Este tema del aoristo denota la conclusión de la acción, el cumplimiento puntual del acto. Su carácter terminativo se expresa con precisión y es perfecto su acaecimiento. Por tanto, exapatêsen (burló) conjugado como aoristo indicativo no refleja algo posible o verosímil, sino real y concreto, actualizado en algún momento del pasado, iniciado y finalizado su cumplimiento. De tal manera, ocurrió. Es decir, Zeus llega al ofrecimiento inexperto y cabalmente desconocedor de las astucias del Japetónida, burlado, engañado e inexperto, para luego caer en cuenta de su ignorancia, revelada a través del valeroso Prometeo.

Y es que no es gratuito que este reflejo de Zeus se revele como un error propio, el cual representa el desconocimiento y la ignorancia. La sabiduría de Zeus ha sido confrontada y derrotada. Su especialización en conocer los propósitos ajenos no fue tal y se ha convertido en víctima de su fama. A pesar de ser un sabio conocedor del destino inquebrantable, Zeus ha caído preso de su incompetencia. Prometeo ha logrado atraer al dios bajo falsas intenciones y a manera de espejo ha reflejado su débil inteligencia. El fundamento de los fines prometeicos ha sido traicionar el noos de Zeus y lo ha logrado, causando su furia.

He aquí el nacimiento de la justicia del castigo.

[1] Teog. 565




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